El Arte Perdido de la Espera

Bogotá, 25 de julio de 2025

Es maravilloso que como humanos tengamos ese impulso constante de querer mejorar; o si prefieres, de innovar.

Rara vez nos quedamos quietos. Buscamos cómo reinventarnos, cómo evolucionar, cómo mantener lo que nos gusta y soltar lo que ya no. Probamos recetas nuevas, productos nuevos, rutinas nuevas, prácticas distintas.
 

Y eso es hermoso.

Porque detrás de cada uno de esos gestos hay un anhelo silencioso de darnos lo mejor.


Probar una rutina de ejercicio nueva, por ejemplo, puede ser una forma de cuidarnos. O cocinar diferente, una manera de nutrirnos mejor.

Cada intento, por más pequeño que sea, sería como una declaración de amor propio.
 

Pero, estos anhelos tienen una doble cara que no es tan obvia.

Ya hablamos del lado bonito: el que nos da impulso, ganas de levantarnos cada día y lograr lo que nos proponemos.

Ahora miremos el otro lado: el que no es tan evidente, pero que muchas veces termina saboteándonos sin que lo notemos.
 

Y no, no hablo de esos anhelos incoherentes que vienen de expectativas ajenas o de modas. Ese tema ya me parece pasado de moda y hasta cliché.
 

Hablo de algo más sutil: la impaciencia.
Ese deseo de lograr lo que queremos lo más rápido posible.
 

Vivimos en una cultura donde lo inmediato es lo que más vale.
Queremos respuestas rápidas, cambios rápidos, resultados rápidos. Y sin darnos cuenta, convertimos esa urgencia en un filtro para todo:
¿Es difícil? Entonces no.
¿Demora? Paso.
¿Implica proceso? Busco una alternativa más fácil.
 

Y en medio de tanto apuro, se nos olvida algo esencial:
la vida no tiene atajos.

La semilla no da frutos al día siguiente.
Las estaciones duran meses.
La gestación no se acelera.

Todo lo vivo tiene su propio ritmo.
Todo lo que vale toma tiempo.

Y aún así, cada vez somos menos capaces de habitar ese tiempo.
Y ahí es donde sufrimos.
 

Entonces el problema no es que tus sueños sean demasiado grandes; es que quieras llegar antes de tiempo. 

Como si una oruga entrara en pánico porque lleva demasiado tiempo siendo capullo y aún no es mariposa.

Recuerda que nada valioso se construye en un instante. Por eso, si el camino se siente largo, no significa que estés perdido: significa que estás en proceso. Y eso ya es suficiente por ahora.

Si te llevas algo de la carta de hoy, ojalá sea esta frase:
"La impaciencia es el ruido que no nos deja oír cómo florecen nuestras propias raíces."

Gabi

Back to blog

Leave a comment