El Árbol que Buscaba Otra Tierra

Bogotá, 11 de agosto de 2025

Hay una tribu que no lleva uniforme ni bandera, pero se reconoce a kilómetros:
Los Gocetas.


Esas personas que sin importar dónde las pongas, logran saborear la vida.
Un vuelo con retraso, un trancón más largo de lo habitual, una casa que no es la de sus sueños…y aun así, gozan, disfrutan y viven tranquilos.

 

La mayoría, o al menos yo, no nací así. Y, por más de que mi papá es un tremendo gocetas en la vida real, igual aprendí desde chiquita a condicionar mi alegría. 
“Cuando viva en esa ciudad…”
“Cuando tenga esa pareja…”
“Cuando consiga ese trabajo…”


El problema es que nuestros anhelos suelen ser bastante surrealistas, ya que se anclan en expectativas y estándares que muchas veces ni siquiera son humanamente posibles de alcanzar. 

 

Yo pasé muchos años buscando el lugar “perfecto” para vivir y, aunque llegué a grandes ciudades, siempre sentía que les faltaba algo para ser ideales.

Y, así como yo en mi búsqueda insaciable, podemos pasar la vida entera persiguiendo la circunstancia perfecta y frustrándonos una y otra vez al no encontrarla.

 

Nos convertimos en expertos en posponer el gozo de la vida, como si fuera un premio que nos damos solo cuando las variables se alinean a lo que creemos que necesitamos para experimentar dicha.


Queremos el trabajo ideal, la pareja sin defectos, una cantidad especifica de ingresos…y en esa búsqueda terminamos gastando más energía en controlar que en vivir.

 

Pero aquí te cuento un detalle de fina coquetería:

La vida rara vez encaja en el molde que imaginamos, y es normal que haya muchas más variables de las que nos gustaría aceptar.

 

Si nuestra capacidad de gozar depende de que todo encaje, viviremos como un árbol que nunca echa raíces, siempre esperando un terreno más fértil para dar frutos.

 

Y creería que vivir como ese árbol no es vida.

Vida es dominar el arte de convertirse en un Gocetas.
 

Ser gocetas no es conformarse ni andar con los ojos vendados evadiendo realidades; es decidir y ejercitar la habilidad de disfrutar a pesar de.

 

Es pasar de pensar:
“Tal vez en otro lugar estaría más feliz” a...
“Esto es lo que hay, y está en mí encontrarle el sabor.”

 

No es magia, es músculo.


Un músculo que se entrena cada vez que eliges no posponer el gozo hasta nuevo aviso.

 

Porque al final, madurar también es esto:

Dejar de esperar que las circunstancias sean perfectas y empezar a ser tú quien hace que lo imperfecto valga la pena.
Es aprender a vivir las imperfecciones e incoherencias de la vida con presencia e intención.

 

Mira este ejemplo:
En la cocina, están los que creen que necesitan ingredientes premium para lograr un plato excelente. Y aunque se los des, no logran crear algo sabroso…Y están los que trabajan con lo que haya y logran crear algo espectacular.

 

En la vida pasa exactamente lo mismo.

 

La pregunta es:
¿Estás cocinando tu gozo con lo que tienes…o sigues esperando a que lleguen los ingredientes perfectos para poder gozar?

 

Si te llevas algo de la carta de hoy, ojalá sea esto:
La vida no se disfruta cuando todo es como crees que debería ser; se disfruta cuando decides que no tiene que serlo para poder gozarla.


Gabi

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