El Corazón de Piedra
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Panamá, 12 de septiembre de 2025
Quiero contarte algo que tal vez suene un poco controversial. Pero antes de soltarlo, déjame empezar con esto:
Un deseo que compartimos todos los seres humanos es el de sentirnos plenos. Al final, casi todo lo que hacemos está impulsado por esa búsqueda: sentirnos alegres, tranquilos, completos. Nadie en su sano juicio anhela tristeza, angustia o vacío.
En ese deseo somos similares. Donde empezamos a diferir es en el significado de plenitud y en los caminos que escogemos para alcanzarla. Para unos es aventura, para otros espiritualidad, para otros aprendizaje. Y todo eso es válido.
El problema surge cuando, como sociedad, dejamos que el concepto de plenitud se desvíe hacia caminos vacíos, superficiales y sin raíces profundas.
Hoy hemos normalizado tanto lo que no es normal, que perdimos el enfoque y empezamos a confundir libertad con plenitud.
Vivimos bajo mantras como: “haz lo que quieras, cuando quieras” o "YOLO" (you only live once), como si fueran sinónimos de lo que significa vivir una buena vida.
Pero si miramos con atención, muchas de esas elecciones nacen de motivaciones inestables…y el resultado termina siendo una vida vacía.
Nos hemos convertido en una sociedad que todo lo justifica. Llamamos “correcto” a lo que no lo es, siempre y cuando nos acerque a la plenitud.
Pensamos:
“No es tan grave.”
“Todos lo hacen.”
“Si no le hace mal a otro, ¿qué daño puede hacer?”
“Nací así.”
También como sociedad decidimos elegir el siguiente filtro como juez para tomar decisiones: “¿Te hace feliz?”
Y sí, muchas veces la respuesta inmediata puede ser “sí”, porque ese deseo satisface una necesidad momentánea. Pero, ¿qué pasa cuando ese deseo es vacío?, ¿qué pasa cuando ese deseo hiere a otros o, peor aún, te hiere a ti mismo?
La felicidad pasajera puede darte un instante de euforia, pero si no tiene raíces profundas, al final no suma…resta. Y lo que parecía darte alegría termina robándote paz.
Algunas elecciones podrían parecer ligeras, pero su efecto en nuestra vida puede pesar como un ladrillo. Y cada ladrillo que cargamos nos roba ligereza, nos roba paz y nos aleja de la plenitud real.
Hemos llegado al punto de normalizar las mentiras, la trampa, los vicios, obsesionarnos con personas, stalkear, los celos, el egoísmo, las compras compulsivas, comer mal, la sexualidad desenfrenada.
Y cada uno seguro tendrá su lucha con alguno de estos temas, porque sin culpa dejó que su corazón se endureciera a tal punto de convencerse de que eso que hace no está tan mal.
Es curioso darse cuenta de cuánto esfuerzo le ponemos a volvernos más fuertes para poder cargar con más peso. Nos frustramos al ver nuestra propia debilidad al "no poder lidiar con tanto". Creemos que es normal cargar con una maleta llena de ladrillos, cuando la verdadera solución está en soltar el peso. En liberarnos de cada ladrillo que nos han hecho creer necesario en nuestras vidas. Y andar ligeros para experimentar una libertad real.
No podemos dejar algo tan importante como nuestra vida en manos de algo tan inestable como las creencias de la sociedad. Pues, si algo hemos visto a lo largo de la historia, es que cambian como el clima.
Y aquí viene el punto controversial: la libertad mal entendida nos ha endurecido el corazón. Y no es que la libertad sea mala, pero no todo lo que puedes hacer te conviene ni te hace bien.
Porque sí, somos libres. Pero la pregunta es: ¿eso que haces realmente te hace bien?, ¿te acerca a una vida plena o solo te convence porque “todos lo hacen”?
No siempre lo que le roba paz a tu corazón y te aleja de la plenitud es evidente al ojo.
Creemos que al relajarnos y no ser tan rígidos somos más cool y que así es más probable que disfrutemos de la vida, pero no es así.
Los “súper relajados” de conducta suelen tener el corazón de piedra, porque se ha vuelto insensible. Un corazón tierno y blando pertenece solo al que cuida su plenitud con valores reales y no con los que están de moda.
La plenitud no nace de de vivir sin límites, de acumular experiencias intensas o experimentar como si no hubiera un mañana mi sexualidad.
La verdadera plenitud se encuentra en un corazón puro, ligero, capaz de soltar lo que no le conviene y de vivir con intenciones limpias, no con deseos disfrazados de inocencia.
La sociedad nos dice que la libertad es hacer lo que quieras. Pero yo diría que la libertad real es tener el coraje de elegir lo que edifica tu corazón, aunque te cueste.
No confundas libertad con ligereza: la verdadera libertad no está en hacer lo que quieras, sino en NO necesitar lo que te esclaviza.
Gabi